Ella siempre había sido un gato (felis silvestris catus, mamífero carnívoro de la familia felidae). Un día, en una de sus travesías nocturnas se encontró a alguien que aunque en apariencia parecía distinto, en el fondo eran muy parecidos. Comenzaron a conocerse y conforme pasaba el tiempo se dieron cuenta que cada vez tenían más cosas en común. Pero el problema era grave porque Celia era un ratón, un pequeño ratón de campo, con todo lo que la palabra conlleva (casi todos los miembros del género mus y en particular el mus musculus, un mamífero pequeño del orden de los roedores, familia muridae, otros miembros de la familia muridae, el apodemus sylvaticus o ratón de campo).
Era la suya una relación complicada. Los demás creerían que estaba loca pero Teresa pensó que no importaba. Siempre había actuado en relación a su cuerpo, a lo que sus sentimientos le aconsejaban. Se sentía afortunada por haber encontrado a una amiga tan parecida a ella. Esto la hacía estar más en consonancia con su planeta, más acompañada y más pegada a la tierra así que después de mucho dar vueltas y vueltas sin poder conciliar el sueño, por fin decidió que merecería la pena dejar de comer roedores. Para ella era más importante la compañía de ese pequeño ratón de campo que tanto le alegraba la vida.