A lo largo de toda mi trayectoria en el mundo del arte, he representado la figura femenina de múltiples formas. Para mi la cerámica tiene puentes de conexión entre el pasado, el presente y el futuro a través de la mujer como protagonista porque de sus manos han salido durante generaciones las más variadas y ricas piezas. Ellas, sentadas en el suelo, con el torno manual controlaban todo el laborioso proceso de producción, desde la extracción del barro, amasado, hasta la decoración y cocción, dejando para los hombres la posterior venta de las piezas.
Esta figura tiene las manos alzadas al cielo y la acompaña una amapola. Los que conocéis mi obra sabéis que me gusta llevarlas a dar un paseo por la naturaleza y también que suelo elegir flores, árboles, animales, lagos, etc.
Mi mujer representa lo pequeño, lo simple, lo que no pesa en contraposición con todo lo que es el hombre civilizado. El hombre atado al dinero y al sistema capitalista en el que nos encontramos inmersos y que tanto nos aparta de nuestra esencia animal.
¿Se han parado a escuchar el sonido del viento al mecer un campo de amapolas? Es un sonido precioso y casi casi silencioso. Como si te acariciaran. Dejemos que el viento nos acaricie y nos meza un ratito.